El proceso electoral que se viene para las jurisdicciones locales requiere de análisis de estirpe ético, político y juicios más reflexivos por parte del electorado.
Por: Ricardo Gómez Pinto
Profesor de Derecho Económico
Profesor de Derecho Económico
Existe un proverbio en las antiguas tradiciones orientales que sirve más o menos para los temas de la política contemporánea. Aquel dice: no regales el pescado, enseña a pescar. Si regalas el pescado darás de comer para unos días, si enseñas a pescar estas dando la comida de todos los días. Pero tal vez esta reflexión no haya sido tenida en cuenta por los dirigentes del partido de la U.
Las cabezas del partido, iniciando con Álvaro Uribe y Juan Lozano, encontraron más fácil adherirse a la campaña de Peñalosa y aprovechar la crisis institucional que afronta la capital, que presentar una buena opción en la ciudad, donde el partido obtiene la mayoría de sus votos.
Pero el fenómeno político también debe verse desde la otra esquina. En un momento inicial resulto ejemplar el proceso por el que opto el partido verde, ahora con Peñalosa a la cabeza. Pero ¿en qué quedó la coalición de los exalcaldes de la capital? Las elecciones presidenciales y su buen paso por la segunda vuelta, aparentemente respaldaban al partido verde en el camino hacia el edificio Liévano. Pero ahí terminó todo. En buenas intenciones, cuando la ciudad afronta una de sus peores crisis y las intenciones no son suficientes.
Sin embargo, no todo es pérdida. El distanciamiento de Mockus del núcleo del partido verde da una lección de moral pública, muy a la Dworkin, en donde volvemos al no todo vale. Se trata de principios innegociables, advierte la actitud de Mockus, cuando se habla de política pública, de moral económica y ética social. Los verdes se debilitaron así mismos al aceptar un pacto moral y políticamente reprochable, firmado con el diablo, y más ahora adheridos a la Unidad Nacional, por la simple debilidad que afrontan en el legislativo, en especial en el Senado. El paso de Peñalosa, guiado más por el miedo político al fracaso que por la razón social, se convierte en su propia sentencia de muerte política que avecina su tercera derrota en las urnas. Se trata de una incoherencia con las mismas filas del partido y el discurso que se había venido armando desde la unión de los tres alcaldes.
Peñalosa, por la sed de poder político, que en el peor de los escenarios puede terminar triunfando, comete un grave error. No balancea que el interés particular no se puede sobreponer a los intereses colectivos, lo que sí parece ser la reflexión final de Mockus cuando da un paso al costado en lo que termina siendo la causa de su distanciamiento. Es la misma lección moral en que se basa el argumento de la economía perversa de la que habla Sen, que se tiende a aplicar mucho en las sociedades que tienen que optar por proyectos de efectos macro o micro, en donde se pondera que pesa más. El interés grupal de unas minorías o el bienestar general de un estado pensado en el organigrama y la agenda de lo social. El sentido de la decisión de Mockus parece claro, el del resto de los verdes, con su aval al debilitado partido de la U, no tanto. Este tipo de distanciamiento de la política con la moral y la reflexión, termina por pagarla la clase débil de la sociedad. Entiéndase por débil económica o políticamente hablando. Esta pérdida de identidad política de los dos partidos amenaza con convertirse en la misma falta de moral social que ya muchos costos le ha cobrado a la ciudad. Cuando se deja de pensar en el interés general se sobrepasan los límites de lo políticamente aceptable.
Aquí volvemos al punto inicial. La falta de un representante legitimo en el partido de la U y una identidad seria y coherente en lo que queda de los verdes, simplemente es la consecuencia de la falta de visión, unidad y representatividad en lo que significa un partido como concepto político. Esto muestra el debilitamiento de los partidos, la negación de la democracia participativa y avecina su extinción, a falta de un líder que mantenga la cohesión hacia el largo plazo. Todo comienza por casa y ahora sus partidarios están pagando los platos rotos de lo que fue una falta de liderazgo que guie, tanto a los verdes confundidos como a los seguidores de la U, hacia la unidad. Al partido de la U no tiene la intención de un verdadero sacrificio por las causas particulares en miras de un interés general. Y todo esto tiene un nombre. Este es un problema que surge, no hoy, sino desde la misma esencia del partido. Este es el legado que su fundador, el expresidente Álvaro Uribe, deja para la U. Alguien quien nunca envió un mensaje claro de reflexión ética y política, como lo hace Mockus, y quien nunca dejó claros los fines y visiones de un grupo, un sentimiento o de algo. Esa no era su preocupación, aunque este análisis queda para otro momento. Por ahora diremos que es la ciudadanía quien asumirá los costos de la incoherencia ética y política.
Ese es el problema de haberles dado el pescado, envuelto en un discurso sin mínimos políticos, en el que termina cabiendo cualquier argumento y cualquier justificación (ahora de color verde), y nunca haberse preocupado por enseñar a pescar, sobre todo en el ancho mar de la política. Habrá que ver los resultados de este 30 de octubre.
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