lunes, 23 de noviembre de 2009

Editorial

La generación de la polarización

La trampa


Colombia vive un momento trascendental para su democracia y la tendencia que hemos adoptado es la polarización. Es el momento de hacer un llamado en nombre de la juventud para exigir debates serios, gente pensante y unas elecciones en 2010 donde el factor determinante del voto no sean las cifras sino las ideas.

Por: Alejandro Henao M

Después de casi dos periodos presidenciales de Álvaro Uribe Vélez y gracias a la reforma constitucional aprobada durante su primer mandato que permitió una primera reelección llega el momento de hacer un balance de qué ha pasado en el país.

Hacer una radiografía de los logros y debacles del gobierno durante estos siete años, implicaría abordar infinidad de temas. Por esa razón es imperativo preguntarse exclusivamente sobre qué está pasando con el fenómeno de polarización que vive el país.

La primera impresión que se puede llevar cualquier ciudadano del común o si se le pregunta qué esta pasando, lo más probable es que le responda que la Corte Suprema está en contra del Presidente Uribe, hasta se oyen comentarios donde se afirma que son narcotraficantes. En contraposición, algunos tildan al gobierno de paramilitar. Todas estas respuestas muestran lo que acontece por estos días en nuestro país; estamos bajo un fenómeno de polarización donde las posiciones son tan extremas, que la objetividad y la crítica se han perdido.

La polarización, fenómeno consecuencia de la reelección resulta preocupante para el país y cada día se agudiza más. Si se aborda el tema de manera superficial se buscarían culpables, como suele suceder en Colombia, o que todo es culpa de la oposición o culpa exclusiva del gobierno. Lo anterior es un grave error, porque los distintos sectores del país han buscado y han llegado a esto.

La situación que enfrenta el país resulta preocupante porque la crítica ha desaparecido, porque los dogmas de las distintas partes no permiten el más mínimo debate; contexto que resulta alarmante; inclusive se convierte en algunos casos en una lucha violenta por eliminar a la contraparte.

Si las generaciones anteriores se caracterizaban por ser apolíticas, donde no les importaba lo más mínimo lo que hacía el gobierno del Presidente Pastrana o el propio Samper. Nosotros nos hemos caracterizado por ser la generación de la polarización. Una generación donde o se es Uribista o se es de la oposición, o mejor aún, donde o se es un paramilitar o un guerrillero, lo cual resulta una grave trampa en la cual hemos caído. La juventud que se caracteriza por ser critica, por pedir cambios, por creer en un mañana mejor ha caído en el engaño de reducir el debate a simples categorías.

La crítica y el debate constructivo se ha perdido por caer en dogmas, donde si se es o no Uribista se busca callar al contrario con calificativos que destruyen cualquier contexto de disidencia y debate que pueda generar ideas y propuestas para mejorar o cambiar las cosas. El debate se limita inclusive, a que en las familias y grupos sociales, quien no es uribista y no hace parte de los altos índices de popularidad del mandatario, simplemente no dice nada. O si se está en un contexto no afín al Presidente, cualquier comentario termina en un calificativo de “paramilitar”.

El país y más en medio de todo el ambiente electoral que se vive debe despertarse y pedir debate. Resulta inaceptable cerrar los espacios de discusión, no se puede repetir lo sucedido en las elecciones presidenciales anteriores, donde dejamos que los altos niveles de popularidad reemplazaran las ideas, los debates, logrando de esta manera que el Presidente Uribe no se lanzara al ruedo político, sino que nos conformamos con una cifras que muchas veces son las que direccionan la propia opinión pública, logrando de esta manera que los ciudadanos no pensaran a la hora de votar.

Si algo se ha demostrado durante el actual período presidencial es que se cometen errores graves, como son las chuzadas, los falsos positivos entre otros escándalos, que merecen un análisis detallado y que no se pueden limitar a la tesis que algunos defienden como es el “estado de opinión”, creación perversa porque acaba con la posibilidad de pensar y mediante los índices de popularidad se cree que todo esta perfecto y no merece discusión alguna.

Qué mayor muestra de este fenómeno que sucede en el país como son los partidos políticos. Partidos que no tienen autonomía, sino que dependen de las agendas de los gobiernos de turno; estos desafortunadamente no han entendido que ellos no deben depender del ejecutivo, sino que justamente deben ser autónomos e independientes a la hora de tomar decisiones así vayan en contra del propio gobierno. Los últimos debates de control político y las mociones de censura tramitadas, muestran cómo los partidos políticos le venden el alma al diablo, a cambio de mantener la popularidad y los votos; constituyéndose de esta manera como la mayor expresión de la polarización donde la tesis triunfante es que es preferible mantener la popularidad y los votos, sacrificando la verdad y la justicia.

La juventud tiene un papel histórico y debe ser la que exija que el país empiece a pensar y a debatir en serio, sin tildar y descalificar al contrincante. Es el momento de exigirle al pueblo colombiano que abra los ojos y no propiamente como plantea un Senador de la República, para que los temas de interés nacional se debatan en la plaza pública, donde se pueda estar libremente a favor o en contra de cualquier postulado.

En vísperas de las elecciones de 2010 los candidatos deben salir al ruedo político, porque en Colombia los problemas son muy graves y no se pueden tapar a punta de encuestas, polarización y “estado de opinión”. La juventud debe llevar la batuta y debe abrir espacios para que los temas de interés nacional no se callen. Dejemos de caer en la trampa, es el momento de pensar y exigir que no traten al pueblo como una cifra más. Tanto Álvaro Uribe si es candidato como los otros deben salir a la plaza pública a debatir con ideas, no a punta de calificativos que continúen polarizando al país.

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