miércoles, 24 de octubre de 2018

EL DIABLO CAMINA ENTRE NOSOTROS

Por el derecho a no ser un delincuente 
EL DIABLO CAMINA ENTRE NOSOTROS 

Autor: Juan José Díaz Martínez. 
Puedes escuchar sus malditos pasos. Expectantes, campantes, silenciosos y mortíferos. Puedes sentirlo entrar por tu nariz, por tus ojos, por tus oídos, por tu bolsillo. Posa sus terribles ojos sobre nosotros, esperando el momento adecuado para volver a caer sobre algún ingenuo. 
No, no es Lucifer, ese viejo arcángel que una vez se atrevió a desafiar el poder absoluto de Dios en el paraíso. No es ya el comandante de una legión de demonios, que Milton retrató en su fallida batalla por retomar el control del cielo. Ese romántico guerrillero ha muerto y de sus cenizas ha resurgido un infame monstruo, que ha encontrado en nosotros a sus víctimas perfectas. 
El tiempo lo ha hecho sabio. Su castigo perpetuo, que ridiculiza el impuesto a Prometeo, lo condenó dominar el abismo donde llegan los hombres perdidos que él mismo ha engañado con el pecado. Sabe su ciencia, su teología. Su propio nombre lo dice, el diablo, el diábolo en su origen latino, es lo que separa, lo que aleja a los humanos del amor de Dios. 
Él no es como nosotros. No tuvo ese limitando de haber sido hecho a imagen y semejanza de su creador, sino que tiene una naturaleza polifórmica, lo que le permite cumplir a mayor cabalidad la misión a la que fue destinado. 
No dejes que te susurre el oído, porque su dulce canto erizará tu piel y entorpecerá tus sentidos, y te hará soñar. Te verás feliz. Todos tus sueños se materializarán ante tus ojos, todo lo que te han dicho que es bueno y exitoso lo verás cumplido y tendido en bandeja de plata ante ti. Baila con su melodía mientras te acerca a lo que más deseas, a lo que más te han hecho desear, y no te parecerá tan alto el precio que tendrás que pagar. 
Tendrás una pareja, digna de cualquier certamen de belleza, tendrás unos hijos hermosos y juiciosos, que podrás llevar cada vacación a una playa distinta, a tu enorme casa en Anapoima o tu apartamento en Cartagena. Los pequeños estarán en el mejor colegio que puedas pagar, mientras tú y tu pareja se jactan llevándolos en la última camioneta. 
Toda esa lúgubre fachada servirá para entregarte los placeres terrenales, totalmente amorales. Entre tragos y putas todos sabrán tu nombre. Ya no eres ese patético estudiante de derecho, que compañeros y profesores atropellaban cagados de la risa, alardeando una y otra vez la inminente derrota de tu estupidez. O puede ese no ser el caso. Puedes reafirmar una vez más, el poderío que siempre has tenido en tu vida, ese con el que demostrabas que eras mejor que los demás y ahora podrás echarles en cara una vez más quien es el que de verdad manda. 
En cualquiera de los dos casos, ahora nadie pondrá en duda lo grande que eres, podrás codearte con los mejores, los que son como túNunca más sentirás el rechazo de los otros ni que nadie te mira con inferioridad. 
No, ahora puedes ser ese abogado respetado, que al llegar a cualquier lado todos guardan silencio y levantan la cabeza, observándote fijamente entre el deseo y la admiración. Todos se fijarán en los trajes más caros, relojes de colección y zapatos de diseñador que adornarán la parafernalia de cada día. 
Es lo que deseas, lo que todos desean y sabes que es cierto. Puedes sentir como te hierve la sangre de sólo imaginarlo. Así sabe la felicidad. Su canto te ha revelado la verdad y ahora puedes ver a través de las mentiras de Dios. No sólo sabes ahora cuál es tu destino, sino que además te va a mostrar el camino. 
Un día llegará él, con el rostro conocido de algún amigo de universidad o conocido de hace tiempo, con la propuesta que tanto habías estado esperando. Sólo a los funcionarios y a los estúpidos los cogen, y vale la pena por esa millonada. Tus hijos tendrán lo mejor, podrás hacer lo que quieras y salir de esta mugrosa oficina. En cualquier caso, te podrás volar, si no cogen a los genocidas, menos a ti. Sólo imagina lo que puedes hacer con esa plata, la tienes ante tus narices y pronto en tus bolsillos. Si algo, diremos que fue un error de planeación y le echaremos la culpa a los sobrecostos. ¿Quién no quiere eso, por amor a Dios? Esas palabras dulces te recordarán su canto. Es él, ha venido a pagar lo prometido. 
Lo acogerás como un viejo amigo, el cual siempre has sabido de su presencia y expectante esperabas su llegada. Todo lo que te han dicho de él parece estar errado. ¿Cómo puede algo ser malo y sentirse tan bien? Ahora puedes ver a través de las mentiras de Dios. 
Pero algo irá mal. El sueño te evade por las noches, como si cerrar los ojos y abrirlos en un nuevo día pareciere algo imposible. Estás cada día más cansado, y por alguna extraña razón, te sientes avergonzado con el abrazo de tus hijos. Te ves más pálido, como si estuvieras enfermo. 
No puedes ya volverte a ver en el espejo, como si tus ojos hubiesen perdido el brillo, como si lo que queda de tu consciencia te martillara por dentro, como si tu sangre se hubiera espesado, como si todo rastro del alma que negaste tener se hubiera ido. 
Te has convertido en su seguidor. Uno más de su infame legión. Te has vuelto peón del ejército destructor del bien cuya misión es llevar a los hombres al pecado. Has sido víctima y victimario, que Dios se apiade de tu insensata alma. 
No eres el primero ni mucho menos serás el único. Ese engendro ha encontrado posada entre nosotros, como cuartel perfecto para sus malditas tácticas. Encuentra en nosotros, no sólo aliados poderosos, sino además almas corruptibles que le pueden servir como lacayos en su malévola empresa. 
Los abogados somos el blanco perfecto. Nuestra debilidad por el poder nos convierte en las presas perfectas para un cazador experto. Hemos traicionado el rol que nos ha dado la sociedad desde los tiempos romanos. 
Los abogados somos los conciliadores naturales de la sociedadEso es lo esencial. Ayudamos a que podamos acercar a las personas a las soluciones, no a más problemas que les cuesten más deshonrosos honorarios para llenar nuestros bolsillos.  
Ante apatía, la indiferencia y la permisividad que nuestra profesión ha tenido con las injusticias en nuestro país, el maléfico ha encontrado en nuestras ciudades y en nuestros campos el despacho perfecto. Es nuestra patria el cuartel general ideal para llevar a cabo su infame empresa, desde donde despliega sus demonios a los corazones de nuestros hermanos y recluta otros tantos. 
“Escapad gente tierna, que esta tierra está enferma” Nos dirán quienes quieren despoblarla para matarla. Pobres almas necias que no se han dado cuenta de que la sangre no fertiliza los campos, y que no vale la pena tener mil hectáreas de tierra sembrando terror entre los compatriotas. 
El diablo es rey y el amor de Dios es algo de lo que se habla mucho pero no se ve nada. La celebración de la muerte es el principal síntoma de una sociedad enferma. No es fácil resumir este malestar en la cultura, que aboga por combatir la muerte con muerte, cuando después de la muerte no queda nada en este mundo. 
Se campea victorioso este monstruo entre nosotros. Entre la pólvora y el acero unta de tinta su pluma y comienza a escribir “El congreso de Colombia decreta:”. Pobres élites que alimentan el espejismo de una democracia inaccesible, donde el poder político rebuzna entre los mismos apellidos que gobiernan para ellos. 
Pobres almas las nuestras que se atragantan de mentiras. Pobres almas que lloran sus víctimas sin tener la posibilidad de saborear el perdón y la justicia. Podres almas ingenuas que no han entendido que este país se desangra con cada muerto. 
Triste nación inventada que alabas a un Dios que te tendió una trampa. Que hizo que rezaras en su nombre mientras traicionabas lo más elemental de la naturaleza humana. Que hizo además que tergiversaran sus palabras para sembrar terror en estas tierras. Que los obligaste a reverenciarse en nombre de la paz, del amor, de la reconciliación y del perdón mientras hacían arder los cuerpos de sus hermanos. 
Tal vez ni siquiera seamos humanos, porque de lo contrario no nos hubiéramos acostumbrado a vivir tantos años en medio de la barbarie. Pareciera que Dios creó los abogados para hacer más fácil la labor del diablo. 
La justicia es reina, por eso siempre reside en palacios. Los abogados somos quienes debemos purgar a este país de sus pecados. Debemos ser los arcángeles que devuelven a esta tierra el amor entre los hermanos. Si la ley es nuestra herramienta de trabajo, torcerla sólo indigna nuestra profesión y nos vuelve diabólicos. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario