martes, 21 de agosto de 2018

POR QUÉ USTED NO DEBERÍA VOTAR LA CONSULTA ANTI CORRUPCIÓN


POR QUÉ USTED NO DEBERÍA VOTAR LA CONSULTA ANTI CORRUPCIÓN
Autor: Alejando Gómez.
Mucho entusiasmo ha generado entre la ciudadanía la consulta anticorrupción que se llevará a cabo el próximo 26 de agosto. Lastimosamente, esta iniciativa no es más que un nuevo evento populista compuesto por mociones que no serán legalmente viables o no tendrán mayor incidencia en la lucha contra la corrupción.

En su propuesta insignia (reducir el salario de los congresistas), se puede observar la inutilidad de la consulta. En primer lugar, porque la iniciativa parte de una enorme falacia consistente en afirmar que el alto sueldo de senadores y representantes tiene un vínculo con los índices de corrupción. La realidad, es que la corrupción es fruto de una crisis moral que permea nuestra sociedad en todos los niveles sociales y económicos. El mayor o menor sueldo de una serie de funcionarios no servirá para impulsar una política más transparente y honesta. Pero, además, los impulsores de la consulta, léase Claudia López, Antanas Mockus o Angélica Lozano, le están mintiendo a los colombianos puesto que la ley prohíbe expresamente que se realicen consultas populares sobre asuntos relacionados con el salario de los miembros de la fuerza pública y del CONGRESO DE LA REPÚBLICA. Por lo anterior, la propuesta no sólo resulta inservible, sino que es legalmente inviable y deshonesta con la ciudadanía.

La segunda gran innovación que busca impulsar la consulta radica en limitar a tres los periodos que concejales, diputados y congresistas puedan permanecer en una misma corporación. Esta propuesta también despierta mucho interés entre una población que considera que las corporaciones públicas se encuentras cooptadas por los mismos desde hace décadas y que son esos mismos los que llevan años desangrando las arcas del estado. Sin embargo, esta moción también resulta perversa ya que asocia la mayor permanencia en el cargo al incremento de la corrupción. En el fondo, el que un funcionario sea corrupto no dependerá del tiempo que permanezca en el cargo sino de los valores que este tenga. El corrupto es corrupto desde que resulta elegido, mientras que el servidor público honesto lo será sin importar la cantidad de tiempo que se mantenga en el cargo. Adicionalmente, es bien sabido que las redes de corrupción política son estructuras sumamente organizadas y poderosas cuya subsistencia no depende de la representación de un sujeto en particular, sino que tienen la capacidad de endosar los votos y heredar las curules con el fin de mantener sus intereses intactos. Así pues, limitar los periodos en las corporaciones públicas no servirá para combatir la corrupción, simplemente causará que una vez agotados los tres periodos de un congresista, diputado o concejal este designe a su hijo, hermano, primo o amigo para que herede la curul y así se mantengan en el poder los intereses de las redes de corrupción.
Ante la evidencia de lo anterior, es claro que la forma más eficaz de sacar a los corruptos de las instituciones es dejando de votar por ellos. La solución a la gran mayoría de problemas de corrupción comienza por asumir con mayor responsabilidad los deberes ciudadanos.

Además de las dos propuestas previamente expuestas, la consulta propone otra serie medidas tales como la adopción de pliegos tipos para la contratación pública, obligar a los congresistas a rendir cuentas así como a mostrar su declaración de renta y negar beneficios carcelarios a los corruptos. La mayoría de estas propuestas ya se encuentran plasmadas en la ley colombiana por lo cual aprobarlas en la consulta no tiene mayor utilidad.
Queda claro que esta consulta es un nuevo ejemplo del populismo normativo que ahoga a Colombia. Debemos dejar de creer que los problemas se solucionan con la expedición exhaustiva de leyes cuya aplicación es mínima. Comencemos por elegir bien a nuestros mandatarios y dejar de ser nosotros ciudadanos corruptibles, por exigir que las leyes sean verdaderamente coercitivas antes de aplaudir y alabar a cada político que propone nuevas normas inútiles. La corrupción política, como problema moral, no se puede solucionar a través de las leyes.

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