Las elecciones que se
vivieron en Venezuela el pasado 14 de abril han sido las más cerradas en los
últimos 15 años de ese país, y el movimiento político que, hasta su muerte,
estaba siendo liderado por Hugo Chávez, se está viendo en uno de sus peores
momentos.
Después de épocas
doradas, en las que el Movimiento V República de Hugo Chávez en 2006 obtuvo
7.309.080, es decir, un 62% de la votación total frente al 36.9% adquirido por
Manuel Rosales en las elecciones presidenciales, el “oficialismo” en Venezuela se está viendo debilitado.
Para esta ocasión, el
candidato opositor Henrique Capriles obtuvo 7.270.403 votos contra los
7.505.338 que le dieron el triunfo al hoy posesionado presidente Nicolás Maduro.
La diferencia, un insólito 1,7% dentro del resultado electoral, constituye un
reflejo de la situación actual de este país en el que, después de años de
haberse consolidado el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV,
anteriormente MVR), los resultados, por primera vez en mucho tiempo, responden
a la manifestación de una gran parte de la sociedad democrática que se siente
inconforme con el proyecto chavista o con el candidato Nicolás Maduro.
Si bien la diferencia
en los resultados es tan solo 235.000 votos, eso también representa una
sociedad expresamente dividida, y una polarización política y social. Solo hay
que evidenciar un acto oficial del gobierno nacional o uno de la oposición en
los que las acusaciones ofensivas son parte de su agenda.
Por un lado, al
candidato, hoy presidente Nicolás Maduro, se le ha visto, desde la muerte de Chávez,
realizando acusaciones muy fuertes hacia los miembros de la oposición,
mostrándose como un líder radical al momento de referirse a sus contrincantes y
tomar sus decisiones. Si bien en la época de Chávez éstas eran frecuentes, no
lo eran tanto como hoy en día, y mucho menos de esa gravedad. En la época de
campaña electoral fue frecuente el manejo de indirectas de un bando político a
otro en el que, por ejemplo, Maduro acusaba a Capriles de homosexual, entre
otros eventos ridículos. Incluso, tuvo un gran desliz en su campaña al
mencionar que había tenido la aparición del difunto Hugo Chávez en un sueño
bajo la forma de un "pajarito
chiquitico" que terminó reduciendo en tres puntos la intención de voto
a su favor a días de las elecciones. Por otra parte, Henrique Capriles no se
quedó atrás, refiriéndose a su rival con el apodo de “mentira fresca” y con ocasión de la aparición de Chávez en sus
sueños dijo: “(Maduro) se tragó un
pajarito y lo único que hace es hablar pistoladas (estupideces)”.
Sin embargo, para la
situación actual de Venezuela, esto puede resultar más perjudicial que
cualquier otra cosa. La crisis económica que se avecina en el 2013, causada por
la inflación, la devaluación del Bolívar y la disminución en la producción de
petróleo, entre otros factores, posicionará a Venezuela como el país
latinoamericano con el menor desarrollo económico en el presente año.
También, es
importante tener en cuenta que a Maduro no le tocará fácil el manejo de su
propio movimiento político, ya que, a pesar de haber sido designado por Hugo Chávez
como su sucesor, éste no tiene las características que identificaban a su
antecesor como mediador y pacificador de los conflictos que se presentaban
dentro del PSUV, de tal manera que se comenta que estará a prueba cuando llegue
el momento de solucionar esas disputas internas.
Asimismo, la responsabilidad de las acusaciones a la oposición no se limitan a Maduro sino también a otros funcionarios del gobierno; por ejemplo, Diosdado Cabello como presidente de la Asamblea Nacional mencionó que no le daría el derecho a la palabra a los parlamentarios que no reconocieran a Nicolás Maduro como presidente legítimo. Igualmente, Pedro Carreño, diputado de la Asamblea Nacional, ha dicho que se responsabilizarán a los autores de las protestas de la semana siguiente a las elecciones, el denominado cacerolazo, que en el primer día produjo disturbios y aproximadamente 3 muertos y 23 heridos. Las amenazas realizadas por los funcionarios pueden considerarse como un exceso en un momento en el que las manifestaciones populares resultan de suma trascendencia para el desarrollo político nacional, que en este momento se encuentra bajo la mirada escrutadora internacional.
Asimismo, la responsabilidad de las acusaciones a la oposición no se limitan a Maduro sino también a otros funcionarios del gobierno; por ejemplo, Diosdado Cabello como presidente de la Asamblea Nacional mencionó que no le daría el derecho a la palabra a los parlamentarios que no reconocieran a Nicolás Maduro como presidente legítimo. Igualmente, Pedro Carreño, diputado de la Asamblea Nacional, ha dicho que se responsabilizarán a los autores de las protestas de la semana siguiente a las elecciones, el denominado cacerolazo, que en el primer día produjo disturbios y aproximadamente 3 muertos y 23 heridos. Las amenazas realizadas por los funcionarios pueden considerarse como un exceso en un momento en el que las manifestaciones populares resultan de suma trascendencia para el desarrollo político nacional, que en este momento se encuentra bajo la mirada escrutadora internacional.
Es un problema que,
para quienes consideran que el desarrollo de un Estado radica en la unión de su
pueblo, debe dominar la agenda política de su gobierno. Pero la realidad es
distinta, y mientras continúen con esas agresiones, las divisiones van a seguir
aumentando de manera progresiva hasta un punto en el que las instituciones estatales
degeneren en caos y carezcan de identidad nacional.
Es por esto que
ahora, después de las elecciones, contando con el apoyo internacional recibido
en la reunión extraordinaria de 17 países latinoamericanos de UNASUR en Lima, en
la cual se aceptó como legítima la posesión de Nicolás Maduro, al igual que se
realizó el reconteo de votos, si se quiere evitar una sociedad cada vez más
dividida, para fortalecer la identidad de Venezuela su nuevo presidente debe, a
lo mínimo, acercarse a un diálogo y realizar acuerdos formales con los miembros
de la oposición, dirigidos a neutralizar el avispero político que allí se está viviendo.
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